El profeta, según la visión bíblica, no es aquel que adivina el futuro, sino aquel que logra descifrar el sentido del presente. Y, como dijo el profeta Amos, Dios no hace nada que no haya revelado antes a sus siervos, los profetas (cf. 3,7). Por eso, Jesucristo es el profeta por excelencia, pues, en su condición de Hijo del Padre hecho hombre, es la revelación suprema y final de Dios.
El profetismo, en sentido amplio, va más allá de la confesionalidad religiosa; esto es, no hay solo profetas en Israel o en el ámbito judeo-cristiano, ni solo en el mundo de la fe religiosa. La historia de la humanidad nos demuestra, por el contrario, que ha habido multitud de hombres y mujeres de todas las latitudes, razas, religiones y culturas que han ejercido este sublime ministerio. Muchos de ellos no tenían ninguna referencia religiosa, es más, la rechazaron por principio. Porque, como decía, de lo que se trata es de descifrar el sentido profundo del presente, por supuesto en el marco de un profundo humanismo.
Este tiempo de dolor y gracia es un tiempo propicio para el resurgimiento del profetismo en el sentido expuesto. Ya se están destapando aquí allá los falsos profetas de la desventura, aleccionados, ¿cómo no?, por el consumismo a la carta que los medios de comunicación facilitan enormemente. No estoy hablando de ellos. Estoy hablando, en cambio, de tanta otra gente, pensadores, científicos, artistas, religiosos y religiosas, simples hombres y mujeres de a pie, que con una insólita profundidad están haciendo lo más importante en estos momentos, lo que más necesitamos: dar sentido. Podría llenar estas páginas con pensamientos que he recogido en distintas fuentes y no terminaría nunca.
Lo que más me impresiona es, sin embargo, lo que dice el profeta Amos: Dios no hace nada que no haya revelado a sus profetas. En este tiempo, muchas personas se habrán preguntado el porqué del silencio de Dios en medio de lo que estamos padeciendo. Lo que ocurre es que seguimos teniendo una visión un tanto mítica de Dios y esperamos que se revele con manifestaciones extraordinarias, extrahumanas. Y no es así: Dios no ha dejado de revelarse, incluso en estas semanas, más que a través de sus “profetas”. Dios no ha dejado de actuar más que habiéndole hablado a sus “profetas”, suscitando acciones generosas e ingentes actos de amor. Dios sigue actuando a través del sufrimiento trasformado en amor. Y esa es su palabra más elocuente.
Esos “profetas” de los que hablo somos todos nosotros. Cada uno debe encontrarle el sentido a lo que estamos viviendo, sabiendo escuchar la voz de Dios que no quiere hacer nada sin antes habérnoslo revelado. De este modo, no seremos profetas de la desventura sino profetas de la gracia. La voz-sentido de Dios es la voz-sentido del hombre. En cada uno de nosotros habita la verdad. He aquí la grandeza de la persona entreverada con su inmensa fragilidad. Todos los profetas de la historia fueron hombres y mujeres frágiles que no tuvieron temor a mostrar su vulnerabilidad. La fragilidad y la vulnerabilidad nos hace más aptos para escuchar. Y el profeta, antes que nada, es uno que escucha. Solo porque escucha, después puede hablar. Lo más impresionante es que en su palabra vehicula la acción de Dios.
Gracias. Todo este tiempo estoy...como en una continua meditación.
RispondiEliminaGuillermo Glez. Madrid