16 marzo 2020
En la homilía de la misa por Chiara Lubich del pasado día 14 subrayé la necesidad de acudir a la Revelación para encontrar respuestas a la crisis que vive la humanidad en estos tiempos de emergencia sanitaria. Ella, la Revelación, traspasa con su visión el espacio y el tiempo y tiene siempre un mensaje significativo que emerge desde lo hondo del corazón del hombre, donde precisamente se encuentra con Dios.
Un mensaje se impone con fuerza: la vanidad de todas las cosas, la futilidad de los proyectos humanos, la precariedad de la vida, la incapacidad de comprender el decurso histórico.
La Revelación, en efecto, va más a fondo. El hombre es nada si pierde la relación con Dios, si pretende edificar un mundo a las espaldas del Creador; si se obstina en ser más de lo que es, a la búsqueda de una ilusoria inmortalidad. Es la voluntad de potencia frente a la humildad creatural. El pecado original: ser Dios sin Dios; erigirse en creador deponiendo al que solo legítimamente ostenta esta prerrogativa.
Habíamos pensado que teníamos controlada la llamada globalización. Los poderes hegemónicos de este mundo hacían sus cálculos, ufanos de sus resultados. Todo se ha ido al traste a causa de un simple virus, un microorganismo acelular que se propaga por todo el planeta, que no conoce barreras de ninguna especie.
Es el drama de siempre, el drama eterno de la humanidad en su intento de encontrar su verdadera vocación.
Pero Dios no contempla, ausente, el sufrimiento de sus criaturas. Aquí y allá, en los pensamientos de los más sabios y en las iniciativas de los más audaces, secundados por el bien que brota de las entrañas de la estructura ontológica del hombre, se constata Su presencia. Dios se mueve extrayendo, en medio de la mordaza del mal, lo mejor de nosotros mismos. Es Su método: el triunfo de Su infinita misericordia.
Por eso, éste es un tiempo de gracia, un tiempo para la sabiduría, para purificar nuestros pensamientos y nuestras acciones, para tomar decisiones duraderas en aras de la fraternidad. Ahora sí la globalización puede cambiar derrotero, de la indiferencia a la solidaridad, a la fraternidad. Nadie podía preverlo. Sólo la Revelación lo custodiaba en su seno desde la noche de los tiempos. La Palabra de Dios nos tapa la boca (cf. Mic) y se sustituye a nuestros elegantes razonamientos para conducirnos a lo esencial. La Alianza con Dios es la única prenda de futuro par la humanidad. Ella contiene, al mismo tiempo, un anuncio de fraternidad universal, el único con un fundamento seguro.
Tengo que vivir este momento purificando en mí todo germen de pecado que consiste siempre en un repliegue sobre mí mismo y un desprecio del amor. Tantas veces hago el mal que no quiero y olvido el bien que deseo, como dice Pablo. Elijo equivocadamente, a sabiendas de que el resultado tiene el sabor de la derrota y la amargura.
Solo no puedo, para mí basta Su gracia. Y recomenzar.
Te agradezco, mucho la visión que nos das. Es necesaria oírla y hacerla mía.
RispondiEliminaGuillermo Glez- Madrid
He quedado tocado,por todo lo que comentastes sobre la Tevelación,y comprendiendo con toda humildad el dese de Dios sobre la Humanidad,a pesar de nuestra coporeidad humana,me diento en este tiempo con un hondo deseo de ser ese dios por particicaión,y entrar mas dentro de sus designios y por la misma participación no ser,para ser El.Gracias de todo corazón.
RispondiEliminaGracias Jesús, me uno a tu estandarte por la fraternidad, ese que lleva por divisa "recomenzar". Saludos desde Córdoba, Argentina. P/D no hace falta que contestes, basta que sigas escribiendo
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