Estamos ya de lleno en la Semana Santa, esperando con alegría el Triduo Pascual. Me he propuesto dedicar sobre todo esos días a la oración y a la comunión con los hermanos. Eso significa trabajar menos y poner atención a las distracciones «mundanas».
El libro de Ignace de la Potterie es realmente magnífico. Hoy he leído algunas páginas sobre la traición de Judas. Dice el texto: «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). La interpretación de san Agustín y de otros padres de la Iglesia es que la noche la llevaba Judas dentro. No sólo era de noche, sino que la que salió de la sala llena de luz del cenáculo era la noche misma. La noche de la traición, de la manipulación (este he pensado siempre que ha sido el pecado de Judas), del desamor.
Muchas veces también yo soy la noche. Lo noto dentro de mí. Todo se oscurece, el pensamiento se enreda, el corazón se turba y al alma se asoma la angustia. En esas circunstancias uno se encierra en sí mismo y el sol del amor desaparece del horizonte. La única forma de salir del embrollo es retomar el camino del amor con gestos concretos. Es sencillo. Se necesita sólo una violencia inicial, después todo discurre con facilidad.
Esta noche de la que habla san Juan, refiriéndose a Judas, es distinta de la noche del espíritu de los místicos. Esta otra es una oscuridad paradojalmente llena de luz, solo que el alma no ve. La fuerza de la luz de Dios es tal que ciega los sentidos del alma y ésta tendrá que acostumbrarse a tal resplandor para poder vencer la impresión de no ver.
Hoy en día vivimos una gran noche como humanidad. Ciertamente, hay muchos hombres-noche, como Judas, pero el grueso de la humanidad, en virtud de la pandemia, ha caído en la oscuridad sin poder ver ni entender. Hay muchos hombres y mujeres-faro que iluminan la penumbra: son todos aquellos que están muriendo o luchando contra la enfermedad con dignidad; todos los que dan la vida concretamente en los hospitales o en los laboratorios, cuidando la seguridad en las calles, atendiendo en la supermercados, asistiendo a los enfermos, fabricando mascarillas, etc., etc.. Con todos ellos estamos construyendo una humanidad mejor, más solidaria y fraterna. Poco a poco, entre todos, iremos comprendiendo el significado que esta prueba esconde detrás de su drama. Una prueba de sentido es la puerta hacia una nueva era de sabiduría. Todos lo deseamos. Mientras tanto, es tiempo de ejercitar la compasión en el sentido más pleno y profundo de la palabra.
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