Transcribo hoy algo que escribí hace ya más de una semana. La reflexión se refiere a María.
"En este último viernes de cuaresma, el papa ha recordado a la Virgen dolorosa. Se trata de María dolorosa y desolada que Francisco quiere que permanezca siempre en nuestra mente y en nuestro corazón con su atributo esencial: Madre, madre de la Iglesia, madre de la humanidad.
En esta hora del mundo, resulta profundamente consolador invocar a María como madre. Quiero pensar que ella habrá estado cerca sobre todo de aquellos que han muerto solos, sin el consuelo de sus familiares y amigos; de esos ancianos y desvalidos que se han visto privados de cariño de los que más aman en el momento más decisivo de la vida. María habrá encontrado el modo de hacer sentir su presencia amorosa que colma todo vacío, es más, lo sobrepuja. Ella nos ayudará también a sacar provecho de este período dramático: en el presente, sabiendo vivir bien el dolor, la angustia, la impotencia, y profundizando el sentido último de la existencia humana, además de donarnos a los demás, según nuestras posibilidades, y de tomar las medidas necesarias para que lo que se avecina, después de la crisis, no agrave aún más la situación de los más pobres y desfavorecidos; en el futuro próximo, impulsando las trasformaciones indispensables a todo nivel (sanitario, económico, social, político, educativo) que la pandemia ha contribuido a evidenciar, sobre todo por lo que atañe a la utilización y distribución de recursos a nivel mundial, capacidad de enfrentar globalmente los grandes desafíos que enfrenta la humanidad, revisión de estructuras obsoletas y cambio de mentalidades anacronísticas.
Yo espero que María, madre de la humanidad, “humanidad realizada”, como decía Chiara, nos dé una mano en la construcción de ese humanismo a la altura de los tiempos que representa hoy la urgencia de fondo sobre la cual basar cualquier otro empeño específico".
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