lunedì 20 aprile 2020

Pacientar

Seguir a Jesús que ha “entrado en paciencia” mientras sube a Jerusalén con los discípulos. Por el camino, ellos se enzarzan en una discusión acerca del poder que les corresponde. Jesús responde con la primacía del servicio. 

Papa Francisco subraya siempre que en la realidad no hay contradicción sino contraste. Por eso, cuando se aborda una determinada cuestión, por espinosa que sea, en la cual caben distintas perspectivas o visiones, lo fundamental es apelar a la realidad y no a las ideas de partida. En eso consiste la diferencia entre discernir (desde la realidad) y discutir (desde las ideas). Lo nuestro es, pues, discernir y no discutir. Lo primero aumenta la unidad, lo segundo agudiza la división. Cuando no se dan las condiciones para el discernimiento lo mejor es detener la discusión y “pacientar”. 

Estos son también tiempos para la paciencia. Cuando escuchamos el boletín diario de contagiados y fallecidos nos angustiamos. La lentitud de la mejoría es realmente desesperante. Por lo demás, la curva decreciente en algunas partes del mundo se corresponde con una  ascendente en otras. Y así cada tarde. Rezamos quizás como nunca lo habíamos hecho, reflexionamos, conversamos con amigos y conocidos a través de la red, tratamos de reforzar la comunión fraterna en casa, leemos las distintas interpretaciones de la crisis desde todas las perspectivas posibles. Y nos armamos de paciencia. 

La palabra paciencia viene del latín patientia, con su raíz en el verto pati, sufrir. Leo en un artículo interesante que en la literatura hebrea la paciencia adquiere a menudo la connotación de un "sufrimiento largo", sostenido. La lengua y la cultura griega, por su parte, habla de "hupomonē", una gran virtud que es sinónimo de resistencia valiente que desafía al mal. 

A mi modo de ver la paciencia tiene que ver con una suerte de contención interior de la persona, un saber estar dentro, en tensión, ya sea que se sufra o no, que representa un estado tremendamente fecundo para la inteligencia y para el espíritu. De hecho, de este estar dentro, en tensión contemplativa, nace la sabiduría, el pensamiento recto y la praxis altruista. Tal contención interior es sin duda favorecida por el sufrimiento que nos concentra, que de alguna manera hace desaparecer el universo exterior. Lo decisivo, cuando a la paciencia va unido el sufrimiento, es que éste no sofoque el espíritu, es decir, ese impulso que es intrínseco a la persona de superarse a sí misma. Por eso, para pacientar es decisivo contar con una mano amiga, con una voz que nos ofrezca una palabra de sosiego y de ánimo. 

En estos tiempos, hay mucha gente que de manera singular está experimentando lo que de verdad significa ese "sufrimiento largo" que parece no tener fin. Muchos otros están resistiendo valientemente al mal, desafiándolo con heroísmo. Lo que a todos nos compete es tender una mano, estar cerca de los más vulnerables, ser esa alma y ese cuerpo próximos que ayudan a pacientar. 

Pacientar es también esperar. De ahí que a la resistencia paciente vaya unida la esperanza que no decae. En este cambio de época hace falta gente que sepa donar esperanza. Urge declinar el "principio esperanza" no en una perspectiva utópica, sino en un sentido ético jalonado por el amor concreto a nuestros semejantes. 


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