sabato 4 aprile 2020

Sobre nuestra condición corporea

Me ha tocado profundamente una reflexión del filósofo y periodista Gabriel Albiac sobre nuestra estructura corpórea, a partir de un pensamiento de Blas Pascal con el cual el gran escritor francés viene a decir que la enfermedad es el hombre. 
         En efecto, no habría enfermedad si el hombre no fuera un ser esencialmente corpóreo. Esa estructura de corporeidad es la que conlleva enfermedad y en definitiva muerte. En el cuerpo, pues, estriba lo más propio de nuestro ser; representa el drama del existir y, al mismo tiempo, su exaltación, pues al cuerpo debemos también las máximas alegrías que podemos experimentar en esta tierra. 
         Un creyente tradicional podría objetar que lo más importante del hombre en realidad no es el cuerpo sino el alma. Una antropología a la altura de los tiempos nos dice, en cambio, que el ser humano es un conjunto psico-físico, distinguible pero indisoluble. Sobre esa estructura psico-somática se instala después (no, por supuesto, en sentido cronológico) la vida del e(E)spíritu, que, de cualquier forma, en el hombre pasa siempre por su estructura corpórea y no deja de ser corpórea aunque la trascienda. 
         La grandeza del cristianismo es que ofrece a la conciencia religiosa de la humanidad la visión de un Dios que se hace hombre y, por lo tanto, se encarna, recibe un cuerpo y se somete radicalmente a esta nueva condición (cf. Eb 10,5). Pablo, el primer teólogo cristiano, tratando de penetrar con la inteligencia este misterio que informa a la persona humana distinguirá entre carne (sarx) y espíritu (pneûma) (cf. Gal 5,16-17), confrontando un principio negativo de pecaminosidad con otro que puede elevarse a la vida del Espíritu; y también entre cuerpo psíquico (sôma psychikón) y cuerpo espiritual (sôma pnsumatikón) (cf. 1 Cor 15, 35-49) para contraponer el cuerpo cerrado en sí mismo, en la limitación de la creaturalidad animal,  al cuerpo vivificado por el Espíritu y, por tanto, abierto a la transcendencia. Jesucristo nos redime sufriendo en su cuerpo y resucitándolo. Además, nos da una nueva forma de existencia resucitada: ser juntos un solo cuerpo en Él, es decir, en su nueva condición de Resucitado. Con la vida sacramental, que es también corpóreo-espiritual, tenemos acceso ya desde ahora a esta nueva condición escatológica.  
         Todo esto le da un sentido nuevo a la enfermedad y a la muerte. Desde una perspectiva inmanentista, la enfermedad que conlleva la muerte supone un jaque insuperable que colorea la existencia de dolor, penumbra y sinsentido. De ahí las diferentes teorías y creencias que han tratado de hacer frente a esta condición, vislumbrando caminos de salida que, en definitiva y a lo sumo, intentan hacerla más soportable. Me refiero, en occidente, al epicureísmo y al estoicismo, y en oriente al budismo. El hedonismo moderno apela a una fuga en superficie, poco profunda, desesperada y nihilista. El transhumanismo simboliza, en cambio, el tentativo cultural y científico más serio de los últimos tiempos: la pretensión de superar radicalmente nuestra condición, con la victoria tecnológica sobre la enfermedad y la muerte, pero con un coste muy elevado: la desaparición del cuerpo y del espíritu. Si el cuerpo, por el contrario, representa nuestra forma de presencia en el mundo, aquello que, en definitiva, hace presente a la persona ante la realidad a secas y ante la realidad del otro en particular, eso comporta que para el ser humano no hay relación sin cuerpo. Una existencia a-corporal es, pues, una existencia a-relacional, sin sufrimiento, pero sin amor. 
         Las cosas son radicalmente distintas desde una perspectiva transcendental-cristiana. Desde esta concepción del ser y del existir, la corporalidad es tan sagrada que se constituye en nuestra forma de encuentro con lo absoluto, con Dios. En efecto, para el cristianismo el acceso definitivo a Dios es una persona, un hombre de carne y hueso que nos invita a ser un solo cuerpo con Él. Jesús nos invita a una existencia donde nuestra individualidad psico-somática queda trascendida en una corporalidad nueva que no anula la individualidad, sino que la transfigura en un horizonte de relacionalidad plena con los demás y con todo lo creado, lo que encontrará su máxima realización en el tiempo de “el cielo nuevo y la tierra nueva” (Ap 21,1). La enfermedad y la muerte cambian de significado, es más, adquieren uno nuevo: no son ya signo de degeneración y destrucción sinsentido, sino momentos dramáticos en el camino de nuestra transfiguración psico-somático-espiritual hacia la nueva existencia que nos espera en la plenitud relacional con la realidad toda, en la Realidad absoluta que es Dios mismo, en el encuentro con Cristo, el Resucitado, que nos hará uno, esta vez definitivamente, en su Espíritu. No caminamos, pues, hacia una existencia a-corporal, hacia la superación radical del cuerpo, como pretende el reduccionismo transhumanista, en una estructura neuro-tecnológica, sino hacia el conseguimiento de un cuerpo totalmente espiritualizado que es a lo que el cuerpo aspira por un impulso de transcendencia que le es constitutivo. 
         Es por eso por lo que la experiencia de la enfermedad –para una mente no reduccionista– se convierte en una posibilidad de crecimiento personal y de encuentro profundo con el otro en la compasión, un concepto poco de moda y contaminado de connotaciones moralistas pero que, en cambio, bien mirado es un aspecto del amor, de auténtica relacionalidad, es más representa su cumbre y culminación. 

1 commento:

  1. Me ha gustado Jesus
    Yo de joven despues de ser cristiano me refugie en Rama krisna y tambien en Buda.Comprendi la belleza y verdadque en ellos habia.Lo divino. Pero no me sentia feliz.perdia mi individualidad, mi persona y la de mis seres queridos. Por una gracia especial de una oracion desesperada obtuve una respuesta. Senti que Dios amaba micuerpo y lo transformaba con una savia divina de amor. Y volvi a Cristo
    Misterio humano divino que nos transforma libremente sin destruir nada." No apaga la vela humeante" Es verdaderamente la Resureccion y la Vida" El homo-tecnologico moderno e inmortal hace de la tecnologia un Idolo imposible y un engaño mas del demonio. Solo la Trinidad es laVida y la Verdad Eterna.
    Gracias Jesus y perdona si me he atrevido a contestarte.
    Un abrazo y que vaya muy bien

    RispondiElimina